lunes, 28 de enero de 2013

Despierta Totnes

Hay una diminuta ciudad en Devon, Inglaterra, que se despierta temprano y se despereza. Es como un ser orgánico, de brazos y piernas, que abre los ojos en forma de persianas, de negocios y de construcciones centenarias .
En Totnes la ciudad sonríe al alba, mira alegre y ofrece desayunos en bares chiquitos, de pisos y marcos de madera.
En Totnes hay calles angostas, casas medievales, bow windows de madera que sobresalen de edificios bajos.
Es la ciudad del pan caliente repartido en camioncitos que parecen de juguete, de pastelerías con señoras gordas de pelo recogido, de chocolate espeso con canela o con crema.
Es la ciudad de la feria dominical que respira aire viejo, ropa usada, relojes rotos, comidas caseras, flores recién cortadas.
Totnes brota con mil colores a orillas del río Dart, parece ajeno a la demencia del mundo, vive en un cuento de Hadas.
Uno espera al trovador, al bufón, al actor callejero, a la compañía de pantomimas, al amable pordiosero un poco loco y sin dientes.
Todos los cuentos están en Totnes, todos los duendes viven en sus bosques, todas las doncellas descansan al borde del Dart.
Los días tienen otros nombres, no son ni lunes, ni martes, ni etcéteras. No se despegan unos de otros porque tienen un latido propio, una afinación propia.
Los humores líquidos del cuerpo se calman en Totnes, frenan su corriente esquizofrénica y quedan reposados en los órganos, descansando.
Hay un reloj, en un puente que une dos casas antiguas, pero no creo que diga la verdad.
Ojalá cada ruta de mi viaje pasara por Totnes.



No hay comentarios:

Publicar un comentario